jueves, 26 de noviembre de 2009

La diferencia

Hoy es un día muy Pedrá. Llueve y hace frío, pero dentro de mí hay una enorme reacción de fusión a punto de producirse. Hoy he vuelto a los orígenes musicales del auge de mi adolescencia para inmiscuirme con todo lo que viví en esa época, llena de desequilibrio emocional y descontrol factual. Hoy, como entonces, continúo siendo un desastre. Sólo hay algo que, aparentemente, ha cambiado: los pilares resquebrajados sobre los que me sostenía han desaparecido y no volverán a sujetarme. Lo único que es distinto es que nada es igual que antes. Y eso es, el cambio es y nada más. Los matices buenos o malos se los otorgamos nosotros mismos.

No obstante me jode, me duele y pierdo los estribos en el súmmum de la impotencia. Y no soy esa clase de persona que lo da todo por perdido, pero esta vez no hay nada que hacer. Se han ido porque las corrientes de sus ríos los han llevado a otro mar y desde otro puerto miro a la infinitud del océano pensando si no se habrán ido a un lugar donde el nivel de salinidad sea hostil. Si no terminarán ahogándose porque el oleaje sea demasiado intenso. ¿Por qué me importa eso? Supongo que, porque se me cayó el tejado desde que los pilares de mi burbuja se desprendieron. Los amaba, eran parte del entramado del sentido de mi vida. Me los robaron los ladrones del cambio. Y hay una duda que no dejará de amartillarme el cerebro y pudrirme el corazón: sinceramente, ¿somos tan distintos?


B.B.

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