lunes, 23 de noviembre de 2009

Presentaciones más, presentaciones menos…

Una carta de presentación no es más que eso, un puñado de palabras que tratan de, como muy bien dicen los ingleses, introducir a alguien en un círculo tan grande o tan pequeño como el propio alcance de la palabra. Siempre hay algo de presuntuoso en una presentación: el presentado aspira a ser aceptado e incluido en ese pequeño o gran círculo del que hablamos. Quiere penetrar el perímetro que cuidadosamente la sociedad teje para limitar lo íntimo de lo público, lo propio de lo extraño, y es en ese camino, en ese ataque despiadado y cruel donde se manifiesta la presuntuosidad del intrusismo de las presentaciones.

Presentarse. Pre-sentarse. Vaya estupidez hacer eso en un blog. No es que sea muy meticuloso con estas cosas, pero te aseguro que yo ya estoy sentado, y me juego las patas de la silla que me sostiene a que tu también. Tocado.

Quizá, para sentar buen precedente con todo aquel que cometa la locura de tratar de encontrar algo de provecho en mis escritos, debiera haber escrito esto de pie. No hubiera arreglado nada, pero al menos hubiera planteado estos últimos párrafos con algo más de energía y con algo más de ácido en las yemas de mis dedos sabiéndome inocente.

Espero que sepas perdonarme.



A.A.

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