lunes, 18 de octubre de 2010

Epílogo

Y ahora que estamos muertos (o quizás recuperándonos) nos recuerdo agonizando en la cama, día tras día, callando por un momento la alarma antiaérea. ¡Oh! Los años dorados, hacíamos
lo que queríamos. El vals de los cristales rotos, tú y yo, tirados en el suelo, contando las estrellas que quedaban. El cielo era tan solo un mar de aviones ardiendo.

Todas las noches celebrabamos los fuegos artificiales. Dábamos vueltas en la alfombra de pelo hasta marearnos y me besabas y en la habitación solo se oía la tos solemne de los bombarderos. De día jugabamos en los charcos y esquivábamos los cadáveres. Tu y yo no nos comprendíamos, pero tampoco nunca nos olvidabamos las pastillas al salir de casa. Todo estaba bien, los dos moriríamos (o nos recuperaríamos) y acabaría la felicidad.

Por eso echo de menos morir junto a ti mientras el mundo hacia autostop. Añoro reirnos de las plagas, de las bombas de gas, de los balazos. Ya no queda música de combate y te gusta el protocolo y no pasearte desnuda. Ya no descubrimos cicatrices juntos ni me aburro de tu cuerpo, ya no hay gritos desgarradores en la noche ni desperezarse como un gran oso otoñal. Pero es que ahora llego el frío y los dos estamos muertos. O recuperándonos.

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