sábado, 6 de noviembre de 2010

Niebla

Esto no es un espejo. Este no es mi reflejo. Que quede claro, no te estoy buscando. Pero he dejado que reine el desconcierto. Porque si yo grito tu nombre y tú no respondes, me siento solo. Y sé que ahí estás, delante de mí, sujetando con tus manitas de muñeca mi ruda mandíbula, pero no estás ahí, delante de mí, sujetando con tus manitas de muñeca mi rudo mentón.

Y entonces, pongo esa canción que me hace sufrir, porque me recuerda a cuando creí que algún día podías llegar a quererme. Dice que siempre te echaré de menos, a ti.

Y la creo, es una canción sabia que habla de cómo he llegado a un nivel de masoquismo tal, que hasta firmo con tu nombre. Y eso duele, muñeca.

Pero canto el estribillo, aunque ya sabes que mi voz canta todo igual, y me paro al recordar cómo me la tarareabas tú al oído. Eres azúcar que se pega a las paredes de mi cráneo, y alimenta a mi cerebro con dulces momentos que jamás se repetirán. Y eso duele, muñeca.

Y entonces termina, termino y yo acabo con ella, contigo, conmigo, y con el Mundo…Y miro otra vez por el retrovisor, por si acaso tu cara asomara para hacerme ver las estrellas. Tú siempre dueles, Julieta.



. . . . . . . . .

S.S

No hay comentarios:

Publicar un comentario