domingo, 17 de octubre de 2010

Patito Calamidad


Jajajaja- Rió el burrito, tronchado al ver al pato nadar- Jajajaja, ¡pero qué mal lo haces! Tú no eres un pato cualquiera, tú eres Patito Calamidad.

El pato, triste, soltó un cuac-cuac en tono de reproche y se alejó torpe, hacia los matorrales. Allí, se ocultó entre las ramas y sacó un plano de la hacienda, de entre sus plumas.

¡Cuac-cuac! Si cavo aquí, debajo del granero, puedo hundir el terreno y con él todo el grano y el heno.- Se dijo a sí mismo con voz golosa- ¡Cuac-Cuac! Y cuando tenga su comida bajo tierra... ¡Con mi pico y mi plumero barreré de animaluchos el mundo entero!

Mientras se regodeaba en solitario, mamá Oca, rechoncha, se acercó deliciosa con sus bebés en hilera detrás de ella. Reía con voz de agua, y dulce picaba la cabeza de sus pollitos cuando los contaba por si alguno pudiera faltar.

Pato Calamidad, enojado por la interrupción de tanta pluma azucarada, lanzó un graznido tal, que asustó a los pequeños y les hizo llorar.

Señora, deje de molestar, intento y no consigo, por su culpa, trabajar- Pato no dejó lugar a la réplica- Y ahora que es usted mi estorbo personal, contésteme ¿Usted es dulce por naturaleza o intenta esconder un puro rencor animal?

Mamá Oca no salía de su asombro mientras cobijaba a sus polluelos en su hinchado plumaje. Abrió el pico varias veces para contestar, pero en lugar de eso, se lanzó contra el pato y le breó a picotazos. Pato, magullado, se preguntó también si la agresividad de la oca, era producto de su alcoholizado hígado para foie o de haberla pillado en un renuncio. Pero prefirió no seguir con el interrogatorio y volvió a sus planes de dominación. Y así, concentrado en su tarea, pasaron las horas y ¡pum! Cayó el sol y anocheció.

Se cubrió con la oscura noche, y salió de entre los matorrales, dispuesto a llevar a cabo sus planes. Pico, pala, pico y pato. Lo tenía todo. Miró en su esquema de actuación cómo había de proceder primero:

- Perfecto, justo donde está durmiendo la oronda vaca, tengo que hacer el primer agujero- Pensó, a la vez que se disponía a noquear a la vaca con un golpe rápido de la pluma que le hacía las veces de dedo índice, en el ángulo del cuello- Dulces sueños amiga bicolor.

Pato, introdujo el extremo de una vara por debajo de la vaca, la apoyó sobre una gran piedra por su parte media y saltó en el otro extremo, y desafiando todo pronóstico, movió a la vaca hasta el montón de heno. “Muerte a las leyes físicas”- Masculló entre risas.

Comenzó a cavar. Hizo un túnel de varios metros, hasta colocar el primer pilar. Un, dos, un, dos, pato no podía parar. La cólera le hinchaba los ojos, inyectados en venganza y ganas de acabar. No paró hasta bien entrada la madrugada, cuando sus patitas, cansadas, empezaron a temblar. Le quedaban pocos metros para cumplir la mitad.

Vamos pato, “tú no eres un pato cualquiera, tú eres Patito Calamidad”- Recordó las burlas del estúpido burro y las hizo un himno: “No soy un pato cualquiera, ¡no soy un pato cualquiera!”

Siguió haciendo el túnel, que habría de hundir el granero. Se encontró con una pared de hormigón. Cogió el pico para empezar a desmoronarlo, pero alguien se le adelantó y la punta de otro pico, para su sorpresa, apareció.

¡¡¡Iiiiioooo!!- Rebuznó el burro asustado- ¡Pato! ¡Patoso pato! ¿Qué haces aquí?

Pato no sabía si matarle en ese momento por el susto, o preguntarle a él lo mismo.

Acabar con toda especie que no me aprecie, feo asno- Contestó con voz de psicópata- ¿Y tú, futura carne de cañón?

Hacer croquetas, ¿qué voy a hacer? Cavar para hundir a todo aquél que no me quiso querer- Burrito rememoró todas las burlas

Pato reflexionó un segundo. Soltó el pico ante el “eureka”: si se unían, antes acabarían la faena.

Si quieres, nuevo amigo, podemos cavar juntos en el mismo sentido. Yo quiero hundir el granero, y dejar sin comida hasta al granjero. Yo quiero que todos sientan en sus tripas, lo que yo he sentido en mis plumas. Cava conmigo feo animal, cava y no nos irá mal- Pato odiaba tener que engatusar a su enemigo.

Siguieron cavando juntos, insultándose de vez en cuando. Entre zancadilla y zancadilla, tardaron más de lo esperado, pero consiguieron llegar al punto acordado.

Ya está, burro odiado, ya hemos llegado- Pato le empujó para ser el primero en salir del agujero.

El burro le dio un golpe con el morro y le empujó al exterior, ambos pusieron cara de pavor: un culo emplumado, con zigzag perjudicado, se alejaba con una carretilla llena de grano. Y una hilera de polluelos cogían los restos detrás de ella, dejando el granero sin comida ni huella.


S.S

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